Los bebés saben dormir, de hecho ellos también duermen durante la gestación. No es algo que haya que enseñarles en el sentido estricto de la palabra, igual que tampoco les enseñamos a hablar, caminar o comer. Pero sí es algo en lo que debemos acompañarlos: saben dormir pero lo más habitual es que necesiten algún tipo de ayuda para conciliar el sueño.
Raro es el niño que concilia por sí solo el sueño cuando llega el momento de dormir.
En las consabidas “guías de puericultura” se nos dice que debemos poner a dormir al bebé cuando aún está despierto pero con ganas de dormir de una determinada manera para que se vaya acostumbrando a dormir sin la compañía de nadie. Y esta manera suele ser en una habitación tranquila, con la temperatura adecuada, con la luz adecuada... así mismo se nos dice que debemos crear unas rutinas que siendo constantes en ellas nos llevarán al sueño de cabeza.
Quiero creer que existen bebés que pueden coger el sueño de este modo aunque en mi experiencia no lo he podido comprobar. Es muy natural que los niños necesiten sentirse reconfortados a la hora de dormirse y que al dejarlos solos se rebelen y se angustien. Cuando son bebés se les puede ayudar a encontrar esa calma necesaria para conciliar el sueño mamando, tomando un último biberón o arrullando en brazos, incluso el paseo es un buen método en las siestas cuando todo falla. Ya de más mayorcitos puede ser charlando un rato con ellos, leyéndoles un cuento o cantándoles una última canción.
Quizás para muchos esa ayuda consista precisamente en el famoso “dejar llorar”pues así acaban acostumbrándose pero esto a mí nunca me ha parecido hacer un bien al bebé.
Es más, en muchos casos aplicar estos métodos conductistas genera un efecto rebote en los niños creándoles una gran inseguridad y haciéndolos dependientes de chupetes u objetos inanimados tales como la clásica mantita o peluche hasta más allá de una edad conveniente.
Cuando pienso en todos los paseos que me daba para que mi peque pudiese dormir la siesta o la de veces que encontró el reposo a mi lado después de gran agitación y cómo mucha gente me recomendaba vivamente ( y por mi bien ) que la dejase llorar, no puedo sino sentirme orgullosa de haber estado siempre ahí para ella.
Si lo pensamos bien, en la literatura, las películas, la historia, siempre se habla de “dormir a los niños” y no de “acostar a los niños”, un invento este bastante más reciente. Las clases pudientes en otras épocas ( y hoy también ) contaban con ayuda de niñeras para desempeñar precisamente la tarea de dormir a los niños entre otras muchas. Criar a los hijos es bastante duro en muchos aspectos.
Porque los bebés, los niños de corta edad son seres que dependen mucho de nosotros, los adultos, lo queramos ver o no.
Acompañar en su sueño a los niños es una tarea que en ocasiones puede ser fatigosa pero también es gratificante ya que ayuda a estrechar lazos con nuestros hijos y ellos se sienten queridos, seguros y nosotros experimentamos la satisfacción del deber cumplido. Pocas cosas hay más hermosas que cuando nuestro niño se duerme en nuestros brazos.