En la vida cotidiana, los niños reciben numerosas órdenes, unas son necesarias para el correcto desenvolvimiento de la vida familiar y social y otras se podrían evitar pero a pesar de ello, surgen.
El momento de parque o de esparcimiento es bajo mi punto de vista un momento en el que deberíamos dejar a los niños la máxima libertad posible a fin de que ellos gestionen ese tiempo de la manera que les plazca, jugando a lo que deseen y del modo que deseen, los adultos deberíamos ser meros acompañantes e intervenir solamente en caso de estricta necesidad. Y esto no es lo que se suele ver...
Niños robot, solo les faltan los botones
Con demasiada frecuencia observo que los niños en su rato de juegos no reciben más que consignas por parte de los adultos que los acompañan, curiosamente esto se ve aumentado si son los abuelos los que están en ese momento como responsables.
“Deja la pala a fulanito”, “baja del tobogán”, “sube al tobogán”, “coge el coche”, “ahora sube al columpio”, “ahora baja del columpio”, “juega con mengano”, “no juegues con la arena, que está sucia”, "si no te subes a nada, nos vamos a casa"... En fin, podría seguir poniendo ejemplos, pero me imagino que ya sabéis a lo que me refiero, a toda una serie de órdenes precisas e inútiles que reciben los niños mientras juegan.
Por supuesto que son órdenes dadas con buena intención y muchas de ellas sin reflexionar, solo para que el niño se sienta acompañado o para cuidar nuestra “fachada” de cara a los otros adultos, pero, acaso creemos que no son capaces de hacer nada por ellos mismos?
Dejemos a nuestros pequeños ese margen de libertad y de confianza que necesitan para su sano desarrollo, a veces los asfixiamos sin darnos cuenta.
Niños perseguidos por meriendas
Siempre he pensado que cuando un niño tiene hambre, él mismo se va a acercar a la comida, merienda en el caso de los parques, o la pedirá, como es lógico.
Por eso no entiendo ese afán de algunas madres y abuelas de perseguir al niño por todo el parque para que éste dé un bocado al plátano, a la papilla de frutas o al bocata. Los niños acaban por dar esos bocados de una manera mecánica, sin abandonar sus juegos, como para librarse así de esa merienda que saben que vayan donde vayan les perseguirá. Algunos niños, cansados ya, terminan por decir “ que ya no quiero más!!!”
Es un fenómeno muy visto y que siempre me deja perpleja, de todos es sabido que estar al aire libre y jugando, abre el apetito de cualquiera, dejemos que sean ellos los que pidan la merienda, lo que conseguimos así es anular las sensaciones de su cuerpo, si tienen hambre te lo harán saber y si no les apetece la merienda, ya cenarán con más ganas.
Juego libre
El juego libre, es muy importante a estas edades tempranas, es bueno dejar a los niños expresarse y no inmiscuirse en sus juegos interrumpiéndolos y transformándolos a nuestro antojo. Si la mayoría de momentos del día somos nosotros,los adultos, los que llevamos el timón, dejemos que en el parque sean ellos los que lleven las riendas, es su momento.
Por supuesto que con esto no quiero decir que dejemos campar salvajemente a nuestros hijos por el parque, ni mucho menos. Cuando vemos que es necesaria nuestra intervención, intervendremos, es nuestra responsabilidad, ya sea para evitar un peligro, una situación con consecuencias desastrosas, porque el propio niño nos reclame o por cuestiones de respeto hacia los demás: nuestra libertad acaba donde empieza la de los demás y esto es un máxima para todos nosotros, incluidos los más pequeños.
Y si no sabemos hasta qué punto estamos ejerciendo ese excesivo control, observemos a los niños en sus juegos de imitación, seguro que nos llevamos más de una sorpresa...