Mi hija es una niña de madre española y de padre francés, aunque nacida y residente, hasta la fecha, en España.
Estando embarazada, su padre y yo teníamos inquietud por transmitir a nuestra hija desde el principio, las dos lenguas. Nuestro libro de cabecera por aquel entonces era “Crecer en una familia bilingüe” de Elke Montanari, y he de decir que nos resultó bastante interesante aunque no llegamos a terminarlo. El libro en cuestión da unas pautas muy sencillas de seguir aunque tampoco es ninguna fórmula mágica, algunas cosas las hemos tenido en cuenta al menos en los primeros tiempos y después hemos ido improvisando sobre la marcha.
Una de las pautas que nos daba el libro para nuestro caso, padres con lengua materna diferente, es que cada progenitor hable siempre al hijo en su propia lengua, para que el niño vaya diferenciando la lengua que habla el papá de la lengua que habla la mamá.
Esta regla, la hemos intentado mantener en el tiempo, pero la naturalidad se impone en nuestro día a día y es inevitable que el papá hable a su hija en español, ya que aquí vivimos y la inmersión en la cultura española es inevitable, como también lo es que en ocasiones yo me dirija a ella en francés pues las dos culturas están muy presentes en nuestro hogar.
Eso sí, la niña ha estado familiarizada desde el principio con los dos idiomas. Sus primeras palabras lógicamente han sido en español y así es la mayor parte de lo que habla pero pronto nos dimos cuenta de que aún sin hablarlo, entendía perfectamente todo lo que se le decía en francés.
Siempre ha sido mi preocupación que el francés no calase en ella, pues pasa a mi lado la mayor parte del día, está rodeada de gente que le habla en español y como he dicho, hasta su propio padre se dirije a ella en español en numerosas ocasiones... qué duda cabe de que de haber fijado nuestra residencia en Francia se habría lanzado antes a hablar el francés, por inmersión, aunque yo le hablara siempre en español.
De todas formas pese a mis inquietudes veo que el fomentar las dos culturas desde el principio está empezando a dar sus frutos. Cada día nuestra hija se lanza a decir más palabras en el idioma de su padre, su curiosidad la lleva a preguntarnos cómo se dice tal palabra en el otro idioma o la sorprendo cantando en ambas lenguas llegando ya a hablar en francés con sus abuelos paternos.
El bilingüismo por nacimiento no es sin embargo algo que se adquiera por arte de magia al nacer como muchos podrían pensar. Hay que trabajarlo, hablar mucho en los dos idiomas, cantar y escuchar canciones, tener libros y cuentos de las dos lenguas y favorecer cualquier oportunidad de tener contacto (viajes, familia, otros niños en la misma situación...) con el idioma que está en desventaja, en nuestro caso, el francés.
Según los expertos, hay que ser muy constantes en esto y no pasa nada porque la otra lengua tarde más en hablarse, lo importante es habituar el oído desde el principio a las dos lenguas y con el tiempo se ven resultados de lo que ha ido quedando grabado en el “disco duro” del cerebro.