lunes, 15 de agosto de 2011

El cuarto de juegos | Juego libre

Cuando esperamos un bebé solemos ir preparando durante el embarazo lo que será su habitación y esa ocupación nos llena de ternura y alegría. Pensamos cómo dormirá en ella y lo mucho que jugará. Procuramos que sea lo más bonita posible y que no falte de nada. A veces la misma habitación será también la destinada a jugar y en otras ocasiones se habilita otra pieza para ser usada como cuarto de juegos.

Luego llega el bebé y por la propia experiencia vamos viendo si se cumplen las expectativas o no, y si finalmente esas habitaciones se usan para tales fines o no...

No hablo aquí de niños mayores, de 6 o 7 años, que normalmente suelen dar bastante uso a sus habitaciones, invitar a amiguitos y demás.


Es muy natural que el bebé o niño pequeño prefiera jugar no en el famoso cuarto de juegos sino en el salón, en la cocina o incluso en el baño, allá donde se encuentren la mamá, el papá o sus hermanos. Así nos sorprenden trasladando sus juguetes de una a otra pieza con extraordinaria fuerza y decisión o simplemente entreteniéndose no con juguetes sino con lo que encuentren por ahí siempre y cuando se sientan acompañados por aquellos a quienes más necesitan.
Luego están las familias que ante esta situación intentan de todas las maneras que el niño entienda finalmente en qué habitación ha de jugar y las que, como ha sido mi caso, acaban asumiendo esta necesidad de estar acompañado y no ponen reparos en que toda la casa se convierta en su “cuarto de juegos”.

A veces estamos tan influenciados por lo que hemos visto en películas, revistas, etc, donde se nos presentan maravillosos cuartos infantiles que cuesta ver que muchas veces la realidad es otra. Los niños necesitan espacio para moverse libremente y necesitan sentir la compañía, el calor del hogar. Más aún, permitiendo esa libertad de disponer de la casa respetamos también su imaginación, el juego libre no se puede circunscribir a las cuatro paredes de un cuarto, por muy grande que éste sea.

A mí no me molesta que mi hija traslade sus juguetes de un lado para otro, me agrada tenerla a mi lado, eso sí, al final del día procuro que recoja. Comprender y respetar sus necesidades es básico así como ir responsabilizándolos de tareas a su alcance.

A medida que van creciendo irán dando más valor a su cuarto, su lugar de intimidad, ahora mi hija ya pasa algunos ratos entretenida en su habitación. Pero lo que los niños necesitan es una casa, no una habitación.

viernes, 12 de agosto de 2011

Niños en verano: Operación pañal

Hoy quiero comentar esa costumbre tan extendida de dejar sin pañales a los bebés que están en torno a los 18 meses cuando llega el verano y que se llama "operación pañal".

Se entiende que se haga en verano, porque es mucho más cómodo para los padres dada la escasa vestimenta que llevan los niños por el calor, pero lo que no me parece razonable es que se haga en verano sí o sí incluso si no ha llegado el momento para el bebé.

Así que nada, llega el verano y fuera pañales! Y añado: pase lo que pase. Porque si el bebé aún no ha llegado a ese momento madurativo de poco sirve que le quitemos el pañal y los percances se sucederán irremediablemente.
Y si los “accidentes” suceden en el hogar de cada uno, se asumen y punto, pero ¿por qué tenemos los demás que soportar “accidentes” en lugares públicos como la piscina o el autobús? Me parece una postura muy egoísta y desconsiderada para con los demás (por supuesto no me refiero aquí a un “imprevisto” que se puede dar en cualquier momento tanto en niños como en adultos).

Usamos pañales desde que nuestros hijos nacen por higiene y comodidad principalmente, pero: corresponde a nosotros decidir el momento de dejar de usarlos? De hecho a mí particularmente siempre me ha parecido un tanto ridículo hablar de “operación pañal”. En cierta ocasión alguien me dijo: “ Así es, llega un momento en que le tienes que quitar el pañal y ármate de paciencia para limpiar todo el día la casa...” También puedes quitar el pañal a un niño de 6 meses y limpiar la casa durante más de un año...

Yo prefiero hablar de que el niño ha dejado el pañal o está dejando los pañales, me parece más apropiado y más respetuoso. Cuando un niño es capaz de controlar sus esfínteres ha llegado el momento de dejar el pañal y no antes.

De poco sirven además castigos o recompensas en algo que es tan natural como aprender a caminar o a hablar. Todos los niños acabarán dejando el pañal, unos antes otros más tarde. Entretanto si lo que se quiere es que el niño vaya fresquito por casa no pasa nada como tampoco pasa nada por ponerle un pañal al salir y así evitar los “escapes” producidos precisamente porque el bebé aún no controla.




jueves, 11 de agosto de 2011

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Recuerdo que cuando leí “Bésame mucho” del doctor Carlos González, me llamó mucho la atención la visión que el doctor daba sobre el énfasis que ponemos los adultos en que los niños compartan sus juguetes y cuán absurdo es este anhelo! Antes de leer este libro yo habría opinado como la mayoría de la gente pero después me di cuenta de lo ridículo de la situación y cómo puede llegar a ser frustrante para el niño.

Más tarde, observando el comportamiento de los niños y de sus padres en los parques y el de mi propia hija, no puedo estar más de acuerdo en lo absurdo que es obligar a los niños a compartir sus juguetes.

Mi hija suele bajar al parque algún que otro juguete por el que ella siente especial predilección y yo tengo por norma no inmiscuirme en los juegos que ella inicia a no ser que me reclame, como tampoco me gusta intervenir en caso de alguna desavenencia con algún otro niño. A mi hija no le suelen atraer los juguetes de los demás, nunca los coge, incluso los rechaza si se los ofrecen. Por otra parte, ella no suele dejar sus juguetes, estos que le son especiales, a ningún niño. Esto me lleva en ocasiones a tener que poner un poco cara de póker cuando se presentan situaciones como la última: un niño, muy cercano en edad a mi hija, le pedía insistentemente a mi niña una de sus figuritas, a lo que ella se negaba. Después de tantas negativas por parte de mi hija, el niño acudió a mí, al ser su madre, esperando que yo interviniese en su favor, cosa que no hice, le dije que esos juguetes eran de ella y no míos así que no me correspondía a mí el dejárselos y que lo sentía mucho. A lo sumo le hice ver a mi hija la posibilidad de dejárselos al niño pero ella se mantuvo en sus trece, en otras ocasiones sí ha llegado a dejar alguna cosa pero estas figuritas...son sagradas para ella!


Sé que el padre del otro niño hubiera esperado de mí otra conducta, que es lo que normalmente hacen la mayoría de los padres: hacer pasar los intereses de los demás niños antes que los del propio hijo porque es lo que está bien visto socialmente. Porque nadie quiere dejar evidencias de que está criando a su hijo en el egoísmo. Si es que los adultos, somos la mar de generosos...!


Yo pienso que no podemos esperar de niños de corta edad comportamientos de gente madura. Ellos están aprendiendo a vivir. Primero a conocerse ellos mismos para luego llegar a abrirse a los demás.
Como en todo en la vida, cuando llegue el momento en que interese compartir algo lo harán. Porque normalmente es así: compartimos porque nos interesa hacerlo y si no, no lo hacemos.


Más tarde, el niño acabó quitándole una figurilla y aunque mi hija intentó evitarlo, no lo consiguió, ella aún no sabe defender muy bien sus intereses... aunque tampoco protestó, lo aceptó estoicamente. Tampoco esta vez intervine, y eso que pienso que coger las cosas de los demás sin permiso es más feo aún que no compartir. Al final mi hija tuvo que “compartir”, me supo mal, pero creo que corresponde a mi hija gestionar este tipo de situaciones.


Sentada en el banco del parque, al lado del padre de la otra criatura, no dejaba de pensar en lo embarazoso de la situación y la idea que este hombre se haría de mi tipo de crianza, con lo fácil que habría sido darle yo misma a su niño una de sus figuras...Al final, el niño se acercó a su padre y le dijo: “hay que compartir, verdad papá?” a lo que el padre sentenció:”sí hijo”, y yo pensé:”Pues nada, como hay que compartir, compartámos a la fuerza! Qué fácil es compartir las cosas de los demás...”

martes, 9 de agosto de 2011

Mamitis

En las teorías de John Bowlby, para el bebé desde que nace es primordial establecer un vínculo seguro con la persona que se va a dedicar a su cuidado, idealmente y normalmente es la madre, porque así viene “programado” por la propia naturaleza, pero el apego se puede llevar a cabo por el padre o incluso un cuidador. Es a través de esta persona que le proporciona seguridad , que el niño se lanzará a descubrir el mundo.

Coloquialmente, se suele hablar de “mamitis” cuando la gente observa a un bebé o un niño de corta edad que no se despega de las faldas de su madre o que requiere su atención constantemente siendo indiferente a los reclamos de otras personas de su alrededor. Pues bien, esta “mamitis” no es otra cosa que la necesidad que experimenta el niño de estar próximo a su madre, con la que ha establecido o desea establecer dicho vínculo.

Es algo totalmente natural esta necesidad y lo natural sería dar al niño la respuesta que busca y atender a sus demandas. No olvidemos que las tesis sobre el apego nacen de la observación de niños que habían crecido sin él. Niños con fuertes inseguridades y escasa autoestima que se habían visto privados de la presencia de la madre desde la más tierna edad.

Mi hija y yo hemos creado este fuerte vínculo y la verdad es que estoy orgullosa de ello. No por estar apegada a mí es una niña timorata como pueden pensar algunos, pero sí es una niña precavida que prefiere dejarse guiar por su madre en situaciones que le puedan desconcertar, como puede ser estar con gente que acaba de conocer, ir a un sitio nuevo...pero es luego una niña que confía abiertamente en sus posibilidades, bastante independiente y con mucha personalidad.

Claro que he tenido que escuchar muchas veces en boca de muchas personas:” esta niña tiene mucha mamitis” y normalmente no me ha importado, ya que no suelo ser demasiado puntillosa y se suele decir medio en broma e incluso cariñosamente según de quién venga. A veces hasta yo misma me he sorprendido hablando de este modo de mi propia hija como disculpándola por estar tan apegada a mí...y luego me he arrepentido, pues el término en cuestión no acaba de gustarme por muy popular que sea.

Lo que ya no me agrada en absoluto es que se diga en tono burlón o despectivo, es lo que tiene esta sociedad, que en ocasiones es despiadada con las necesidades de los más pequeños.

Pero para colmo, recientemente he descubierto, para tortura mía, una nueva forma de emplear la palabra y es la “mamitis” aplicada a la mamá que cuida de su hijo. Hay quien no soporta ver a una madre dedicada a satisfacer las necesidades, que no caprichos, de sus hijos y me pregunto por qué prefieren denostar esta labor :“ no, si la que tiene mamitis no es tu hija, sino tú”, incluso algún atrevido hay que habla de “hijitis”!

Prefiero quedarme con las palabras de John Bowlby :“un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas le da un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad, y le alimenta a valorar y continuar la relación”.